Todos los suelos son diferentes, por eso, es indispensable conocer el tipo de suelo a trabajar antes de sembrar. Las características pueden variar de acuerdo al clima y la zona geográfica. Esta información será la que definirá el cultivo ideal para realizar allí.
El suelo es lo más importante para lograr un cultivo ideal, ya que, allí es donde todo comienza. Desde la imbibición de la semilla hasta la absorción de nutrientes para completar el crecimiento.
Unas de las características del suelo más importantes de identificar son su textura y estructura. La primera define la cantidad de cada componente y la segunda, como estos se acomodan entre sí.
Para encontrar el cultivo ideal debemos corroborar textura y estructura de suelo para determinar la fertilidad física del mismo.
La textura del suelo se refiere a la cantidad y tamaño de las partículas inorgánicas que lo componen: arena (mayor tamaño), limo (tamaño intermedio) y arcilla (menor tamaño).
Existe una clasificación muy útil en la cual se puede definir que tipo de suelo se está estudiando en base al porcentaje de cada componente.
La estructura del suelo se define por la forma en que cada partícula individual de arena, limo y arcilla se agrupan. Estas agrupaciones toman aspecto de partículas mayores y se los denomina agregados.
Previo al cultivo, se deben conocer las características del suelo, para escoger el cultivo ideal.
Además de la textura y estructura, existen otras características igualmente importantes que el productor debe conocer. Conociéndolas antes de escoger el cultivo ideal, podrá crear una estrategia de manejo del cultivo que garantice el máximo beneficio.
Actualmente los productores están en continua búsqueda de técnicas y tecnologías para preservar lo más posible sus características y fertilidad.
Algunos consejos prácticos para la conservación de tierras de cultivo
Existe una clasificación de los suelos de acuerdo a su capacidad de uso.
Esta clasificación permite determinar qué cultivos se adapta mejor al suelo con el cual se cuenta. La argentina cuenta con una enorme extensión de su territorio con clases de suelo que van de la I a la IV, lo cual permite una gran producción de cultivos extensivos.
En suelos donde no se pueden realizar estos tipos de cultivos, los productores se han ido adaptando para generar otro tipo de producciones, como pueden ser pastos para la ganadería.
Y como última opción, en suelos de categorías más altas, la producción forestal. Esta producción necesita de muchos años para lograr una cosecha, pero con la ventaja de no necesitar tanto cuidado.
La mala elección del cultivo puede llevar a un deterioro excesivo del suelo y bajos rendimientos, como podría ser implantar cultivos extensivos en suelos de clases superiores a la IV.
Otra opción, sería el caso inverso; la implantación de leñosos en suelos para producción de cultivos extensivos. Aquí se produciría un desaprovechamiento de las tierras y un déficit económico marcado.
En la actualidad cultivos como maíz y soja se mejoran mediante selección y cruzamientos genéticos para poder adaptarse mejor a suelos menos fértiles o con mayores limitaciones.
Este avance en los cultivos permite extender las fronteras de producción y así lograr mayor cantidad de granos y semillas.
El tipo de suelo será lo que determine el tipo de cultivo ideal para sembrar. Para esto siempre es necesario realizar análisis y conocer tanto la fertilidad química, como física.
Esto quiere decir conocer qué tan rico en nutrientes es el suelo, pero también conocer la textura y estructura que será favorable para los cultivos.
Argentina cuenta con una gran producción de cereales y oleaginosas que son las que ocupan los suelos de mejor calidad.
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